miércoles, 12 de febrero de 2014

«El cuarto soleado», de Elsa Langer




Elsa Langer
(Alemania, 1933)
El cuarto soleado





Dónde nació mi tristeza.
Entre las vastas paredes amarillas
de un alto y soleado cuarto
sólo miro los trenes.
Entre los árboles acurrucados y oscuros,
allá en la parte baja,
los horizontes están lejos, lejos,
y los trenes vienen,
pero el mío no viene.
El mío, ese de madera y hierro negro,
el que cruje caliente,
el que lleva dentro una mujer
vestida de negro.
La colcha blanca me tapa,
las voces tiernas me duermen,
pero el tren no viene.
No viene,
la escalera no tiene los pasos que quiero,
el tren no viene.
El sol blanco, mi vestido blanco,
la ciudad dormida, mi colcha blanca y las voces tiernas
pero mi tren no viene.
Mi madre no viaja y su vestido es negro,
mis rizos son negros.
Mis lágrimas en noches blancas, en colchas blancas
me sellaron de tristeza
porque el tren no viene
y no vino.
Desde entonces espero con ojos llenos de lejanías
con oídos sordos pero atentos a los pasos y a los trenes.
Mi alma se transformó
en un cuarto soleado y desolado,
blanco de vacío
con voces tiernas
sin trenes y sin pasos.
La tristeza de mi espera
los infinitos horizontes de los mares
no ha podido ahogar.



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