lunes, 18 de marzo de 2013

Extracto y reportaje gráfico del estreno teatral de «Guantes de Piel Humana»





El 16 de noviembre de 2007 se escenificó de nuevo, y en la misma ciudad de Tarancón, la obra de teatro Guantes de Piel Humana, cuando se cumplía el XXX aniversario de su primera representación pública. A continuación, El Toro de Barro os presenta algunos de los comentarios de prensa detectados sobre este acontecimiento memorable, así como un breve reportaje fotográfico acompañado de no menos breves extractos del guión con que Carlos Morales y Julio Clemente Lourtau -que encarnaron al judío y al nazi respectivamente- se convirtieron en los primeros autores latinomaricanos en montar un drama sobre el Holocausto. 




PRIMER ACTO
(Extracto)



DELMER.- (Al público) ¡Guantes de piel humana¡ ¿Quién compra guantes de piel humana? ¿Alguien quiere guantes de piel humana?

Delmer baja al patio de butacas, y busca entre el público a quienes les pueda vender su mercancía. Encuentra a un señor cuyo aspecto delata su opulencia.

DELMER.- (Al hombre opulento) ¿Ud. Caballero, no desea Ud. Unos guantes de piel humana como no los hubo nunca en parte alguna? Se nota que Ud. es de los que saben lo que quieren, y de los que están dispuestos a pagar el más alto precio por algo que lo distinga de los demás. ¡Verdad que son hermosos, eh¡ ¿Cuánto me daría Ud. por estos guantes de piel judía? ¡Póngale precio¡ Pero no me diga lo que aquel ingenuo poeta alemán que nunca se lavaba ¿cómo se llamaba aquel ingenuo poeta alemán que creía en los débiles? ¡Ah sí, Bertold Brech¡ Un día le preguntaron cuánto valía un hombre y él dijo “¡un hombre vale lo que un saco de arroz¡” Yo estoy seguro que Ud convendrá conmigo –toque, toque– que estos guantes valen bastante más que un saco de arroz…

Como el hombre opulento no quiere comprar su mercancía, Delmer se dirige a un muchacho joven.

DELMER.- (Al joven muchacho) Eh, muchacho, pruébate éstos. Tus manos son muy grandes, muy viriles, le vendrán muy bien a la piel de estos guantes. No seas tímido, sé un hombre, y póntelos. Los hicimos con la piel de una muchacha judía que nunca conoció varón, una fruta roja que nunca fue arrancada del cerezo…¿Te imaginas la caricia de seda de su piel en tu mano?
No son unos guantes de piel humana cualquiera…
¿Usted?
¿Acaso Usted?
¿Quién de Ustedes quiere guantes de piel humana?
¿Es que nadie aquí quiere estos guantes?
¿Es que nadie quiere contemplar esta luz?
¡Es la Luz que tollis pecata Dei¡
¡Es la Luz que limpia los pecados de Dios!
¡Es la Luz, la Luz de Alemania!
DELMER.- (Al público, mientras bebe y pasea por el escenario) Hipócritas. Hipócritas. Hipócritas. Había que hacerlo. Sabíamos cómo hacerlo. Y lo hicimos. Nosotros sí tuvimos el valor de hacer aquello que vosotros quisisteis pero no tuvisteis el valor de hacer. Nosotros sí supimos liberar a Europa de su vieja enfermedad. Los hicimos bailar, de mañana y de noche los hicimos bailar, cantar, ¡Bailad, judíos, danzad, que suene más dulce la muerte! ¿Por qué cercarlos? ¿Por qué expulsarlos? Lo reducimos todo a una cuestión de rentabilidad y de arte. Con piel humana forramos las Biblias del Dios de los débiles y los libros escolares de los niños de Alemania. Construimos mamparas para las ventanas y acostumbramos al sol de Europa a pedir permiso e inclinarse antes de pasar a los salones de Alemania. Con piel humana protegimos a Europa del frío que llegaba de oriente con sus crisantemos rojos. Fabricamos guantes para nuestros héroes de Alemania; mandiles para las matronas de nuestros hospitales de Alemania; bolsos para nuestras esposas y estolas para nuestras amantes de Alemania. Fabricamos lámparas con la piel judía, y con ellas combatimos en Europa la vieja oscuridad, le dimos la luz, nuestra luz. (Gritando) La Luz de Alemania, (Saludo militar) ¡Heil!





SEGUNDO ACTO
(Extracto)






(El judío Moshe deja de ser el perro Nadie y, mientras Delmer duerme, se acuerda de su esposa, y se deja llevar por los bucles opulentos del dolor con los versos del Todesfuge, de Paul Celan)


MOSEH.- Y tú, Sulamith, y tú?
Amor mío,
Yo ya sé que no te volveré a ver más.
Yo ya sé que no volveré a sentir tus brazos en mi espalda
ni la sombra de tus pasos en la arena…
Oh, Sulamith, Rosa de Nadie, ¿Donde podré hallar los negros cabellos tuyos que brillan como el carbunclo en medio la noche? Humo negro, ceniza ya…

(Señalando a Delmer, con voz aterrorizada)


Vive un hombre en la casa
que juega con serpientes, Sulamith,
Hay un hombre que juega en la casa con serpientes
y escribe a Alemania al atardecer….


Escribe y escribe
Y sale de la casa
Y mira las estrellas, y ordena a las estrellas
¡lucid, lucid, lucid!
y las estrellas arden, Sulamith,
(grita) y las estrellas lucen, lucen, lucen…

(pánico) Y su ojo es azul.
empuña su látigo
sus ojos nos miran…
y silba a sus perros
azuza a sus perros,
los lanza a nosotros

(grita) ¡ladrad, ordena, que rujan los perros,
y vosotros hincad más hondo en la tierra las palas nos dice
y vosotros cavad una zanja en la tierra más hondo,
tallad una tumba en el cielo,
y vosotros cantad, judíos, cavad, cavad y cavad,
y los otros seguid tocando y bailad
que suene más dulce la muerte

...que suene más dulce la muerte
y así subiréis como humo en el viento
al nicho que os doy abierto en el aire
no se yace allí estrecho….

(Moshe cae arrodillado y eleva las manos como si ofreciera al cielo su cáliz de dolor)


Negra leche del alba
Te bebemos al atardecer.
De mañana y de tarde te bebemos
Al medio día la bebemos, la bebemos de tarde, Sulamith, Bebemos y bebemos
La negra leche del alba…


 

 TERCER ACTO

(Extracto)



(Delmer Appelman, Comandante en jefe del campo de concentración de Buchenwald, tiene una visión en la que habla con su madre, que está ausente)

DELMER.- (con autosatisfacción) Madre ¿Estás ahí? El Führer me ha requerido en persona para prestar un servicio especial a Alemania. Toma ¿quieres leer la carta? ¡El mismo Führer, a mí, a mí, en persona. ¿es que no lo entiendes madre, es que no lo entiendes?
¡He sido nombrado comandante del campo de concentración de Buchenwald, Madre¡
(Su madre le contesta, pero nada se oye, nadie oye sino él)
Es un gran destino. Eso me alejará de los peligros del frente, del frío que se avecina ¿No te alegra eso, Madre?

(Su madre le contesta, pero nada se oye, nadie oye sino él)

¿Mi misión? No sé si debo decírtelo, Madre. Es una misión secreta (se ufana con aires de importancia). Sólo te puedo decir que  vamos a aprovechar la guerra para liberar a Alemania, y aun al mismo mundo, del cáncer judío. Pero hay que hacerlo en la oscuridad de los bosques (mira a los lados, precaviéndose de que no haya nadie que lo escuche), porque el mundo no está preparado para comprenderlo, madre… ¿Te imaginas, Madre, lo que dirían los rusos si se enteraran que vamos a limpiar de judíos la faz de la tierra? ¡Ellos pueden hacerlo, claro!, pero ¿nosotros? Ellos, sí, los rusos, los mismos que han acabado en su revolución con la vida de millones de personas? ¿Te imaginas qué dirían los “demócratas” de Occidente? Ellos, los mismos hipócritas que han robado lo mejor de Alemania…

(su madre, desde el otro mundo, se escandaliza)

No te escandalices, Madre… ¿acaso los judíos no crucificaron al Hijo de ese Dios al que me enseñaste a rezar? Ese crimen los cambió para siempre. Alteró su naturaleza. Los hizo distintos….¡No es una raza inferior, madre, es una raza incompatible con la civilización que anhelamos, Madre¡ ¿Es que no lo entiendes?
¿Expulsarlos? (grita) ¿expulsarlos, dices? ¿Y por qué habría que apartarlos de la solución definitiva, Madre? Vayan donde vayan, Bajo su ingenuidad se esconde la perversidad que emergerá mañana para la perdición del mundo y de Alemania… Sí, madre, sí, a los niños también…

Oyes los trenes, Madre?
Los oyes?
Llegan más y más. De mañana y de tarde llegan los becerros, mugen, cantan, van arrastrando su piel dispuesta...



(Delmer se queda con los brazos apoyados en su fusil, como un crucificado. Moshe, el judío, entra en el escenario y se encara con él, recriminándole el apocalipsis judía con unos versos del Tenebrae, de Paul Celan)
 



MOSHE.-
¿Quién, quién era la estirpe aquella que fue asesinada,
el testículo y la verga que fueron arrancados de raíz
y que ahora se alzan hacia el cielo
como una salvaje corona que florece?


Somos polvo, venimos del abajo,
Y estamos aquí, Señor, estamos cerca.

Presos ya, Señor, presos y apresables,
engarzados los unos en los otros,
con las uñas hundidas los unos en los otros,
Como si cada uno de nuestros cuerpos fuera, Señor, tu propio cuerpo…




Agobiados íbamos, encorvados bajo el viento hacia la fuente,
hacia la zanja
para arrodillarnos sobre el charco y sobre la oquedad,
sobre el abrevadero, Señor,
frente al abrevadero...

Era sangre,
(grita) Era la sangre que tú mismo derramaste, Señor,
(grita) y relucía.

La sangre que bebimos, Señor.
La sangre y la imagen que manaba de tu sangre,
(grita) Señor,
La negra leche del alba...

Y Ahora somos una negra y salvaje corona que florece.

Ruega, Señor, ruéganos. Estamos cerca….




  

 


(Delmer se acuerda entonces de su hijo, que ya sabe convertido en una lámpara de piel humana. Toma una lámpara, la acuna y canta una nana)


(Canta) 
Dame la patita de conejo
Toma la patita de perro viejo
Dame la patita de conejo
Toma la patita de perro viejo...
(llora con la lámpara en sus brazos)


 




(Mira al cielo)
 Hijo, 
hijo mío, 
donde estás,

Amós,
Amós,
(grita) Amós…








































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